lunes, 14 de agosto de 2017

Cosecha de agua: el ingenio que permite una ganadería a gran escala en Chaco

En Río Muerto, donde la disponibilidad de agua de calidad es limitante, la empresa Grupo Agros desarrolló un sistema con 120 hectáreas para captar ese recurso con las lluvias.

RÍO MUERTO.- Lo dicen sin eufemismos, directo. Para Luis Francisco Calvo, director de Grupo Agros, y Nahuel Ríos, gerente de producción en un campo ubicado a 300 kilómetros de Resistencia, en el noroeste de la provincia de Chaco, en las puertas de El Impenetrable, lo que están haciendo en ese establecimiento es cultivo y cosecha de agua.
¿Cómo? En Río Muerto, en una región que suele tener lluvias de 650 a 700 milímetros anuales, dispersas entre octubre y abril, con temperaturas máximas de 45 grados que en verano representan una alta demanda atmosférica, aquí el agua es el recurso limitante para cualquier emprendimiento ganadero a gran escala. No porque no llueva, sino porque el problema es tener disponibilidad de agua de calidad. El agua subterránea disponible tiene entre 16 y 20 gramos por litro de sales totales cuando lo máximo tolerable son cinco gramos.
El campo, de 13.600 hectáreas (de ellas, un 70% está en producción, con 5000 hectáreas para ganadería y más de 3000 para agricultura), es de Cabaña Chaco Pampa, de Grupo Agros. Se empezó a desarrollar en 1998 con un planteo mixto agrícola-ganadero. Se inició con una ganadería de cría con gatton panic. Sin embargo, la disponibilidad de agua de calidad seguía siendo limitante. Para tratar de enfrentarla, empezaron a construir enormes represas impermeabilizadas con geomembranas para captar el agua de lluvia y utilizar pendientes naturales y caminos para que el agua se dirigiera hacia esas represas.
Hicieron tres represas con una capacidad para 150.000 metros cúbicos, además de tanques australianos y un sistema de 50 kilómetros de cañerías para que el agua llegue hasta los distintos potreros. El modelo permitía tener 3500 cabezas Braford en el campo. En 2009, en un año muy seco aquí y en todo el país, se compraron además máquinas de ósmosis inversa para realizar mezclas de agua salada con el agua de represa.
En el campo igual creían que podían hacer más. Sucede que de una lluvia habitual, tomando como referencia una hectárea de ese sistema con pendientes naturales y caminos, lo que terminaba después entrando a las represas era entre el 5 y el 7% del agua caída. Es decir, una baja eficiencia de cosecha de agua respecto de los milímetros caídos. El sistema de colecta de agua era de 325.000 litros por hectárea por año y con eso alcanzaba para dar de tomar a nueve vacas por hectárea año.
El campo estaba con una carga animal de 1,2 vaca por hectárea/año en el período de lluvias, pero terminada esa temporada se liquidaban categorías y se quedaba con una menor cantidad de cabezas para enfrentar el invierno. "Seguíamos acotados por la disponibilidad de agua para tener un ciclo completo. La carga la regulaba el agua y no el pasto. El pasto sobraba pero no podíamos subir la carga por el agua. Por eso, dejamos de orientarnos al agua de extracción y nos focalizamos en el agua de lluvia", contó Calvo.
Si bien ya tenían las represas y el sistema "natural" de las pendientes y caminos que llevaban el agua a las represas, salieron a buscar alternativas que pudieran darle soporte a una ganadería con más cabezas.
Fuente: Sección Campo. Por Fernando Bertello, La Nación- Sáb. 12/08